La otra Elena
Tres cabellos, su cepillo de
dientes y algún objeto especial de la difunta. Para evocar sus recuerdos. La
empresa aseguraba satisfacción absoluta .
Estaba ansioso por abrirlo,
pero aguardé que Candela regresara del colegio. Desenvuelto el fardo, quedé
paralizado. Era idéntica. Quizás, el pelo más largo o los ojos, aunque copias
exactas, me parecieron distintos. Alegres. Candela se aferró a su pierna sin
dejar de llamarle ‘mamá’. Esa noche permanecí mudo, examinándola fascinado.
Acostó a la pequeña y se dirigió a la alcoba. Nervioso, fingí dormir. Ella me
besó.
Al amanecer, quiso salir a
nadar. La otra Elena dejó de hacerlo hacía años. Dije sí a nadar; a bailar desnudos
sobre la hierba; a volar cometas; a manosearnos bajo la mesa; a comer
palomitas; a hacerle y deshacerle el amor… A todo.
Semanas después, la encontré
asomada al balcón. Tenía medio cuerpo fuera y acariciaba aquella manta
infantil. Mirando como el otro otoño… Temí que todo se repitiera. Que los
viejos demonios hubieran emponzoñado ese objeto especial que yo mismo elegí…
Grité. Desesperado. Exánime. Presa del terror. Como entonces.
Se giró despacio. Estremecida.
Dijo haber sentido un impulso extraño por volar, pero, oyéndome temblar, supo
que ese recuerdo no le pertenecía.
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MENCIÓN especial mes de abril en ENTC. La idea era contar lo que dice la foto.