Padre nos
prometió una gran sorpresa cuando tañera la última campanada del año. Madre supuso
que, por fin, había encontrado un trabajo y rezó arrodillada. Yo imaginé la
bicicleta BH que llevaba dos años pidiendo a los Reyes, y Merlín y Tábata eran demasiado
pequeños para pensar...
Cuando dieron
las doce, padre sacó su nueva varita mágica e hizo aparecer un conejo en la
sopera. Se le cayeron las lágrimas. Era su primer lepórido. Madre también lloró,
pero de rabia, mientras le ponía de patitas en la calle con todos sus
cachivaches. Dijo que ya no aguantaba más, que era un fracasado y que, con tres
críos, tenía bastante… Después, también lloré al sentir que le perdía.
La señá
Joaquina, la presidenta, enternecida, nos cedió un trastero y allí le
escondimos. Fue nuestro secreto. Lo sigue siendo. Cada tarde, acudo al cuarto para
darle un beso. Él continúa ensayando su truco, el que –según dice– le convertirá
en el mejor mago del mundo. Cierra los ojos con fuerza; se cubre con un trapo
rojo; pronuncia las palabras mágicas y desaparece…
Yo me marcho
aplaudiendo, fingiendo que no le veo, como cuando era niño. Sé que solo así podrá
dormir tranquilo.
Participación diciembre en ENTC. Ganador mensual y finalista anual 2014.