La afición de papá por los
viajes espaciales inundó nuestro hogar de objetos maravillosos. Asier tenía su
habitación atiborrada de meteoritos y restos de satélites, mientras yo
rescataba residuos siderales entre cientos de bolsas de basura cósmica. Para
mamá traía piezas de tela intergaláctica o trozos de porcelanas de asteroides
lejanos. Durante esos días, éramos felices escuchándole narrar sus peripecias.
Pero la dicha duraba poco. A instancias de algún vecino envidioso, aparecían
decenas de camiones municipales con la misión de expoliarnos nuestros tesoros.
Después, se llevaban a papá vestido de blanco en una nave con sirena y luces
ambarinas.
Primer Premio XIII Concurso de Microrrelatos de la Red de Bibliotecas Públicas Municipales del Ayuntamiento de Madrid