Aprovecho esta tribuna virtual para plasmar qué me importa y de qué manera me afecta... No siempre serán cosas agradables y es una pena. Además os contaré cuentos para dormir o para despertar; unas veces relatos cortos y otras, más largos. Las risas están aseguradas y espero y confío en poder crear un clima agradable, para tod@s aquell@s que decidáis quedaros a conversar. Besos por adelantado de un alma, presuntamente, "gamberra".
24 enero 2015
Un puchero de panza abultada
Abuela había encendido temprano la lumbre, y el cocido de alubias y berzas ya humeaba cuando me levanté. A madre le gusta así, lento, al calor de la leña y en su puchero de panza abultada.
Los días de puchero son especiales porque también horneamos sobaos. A madre le encantan mojados en leche. Abuela deshace la mantequilla con sus manos, añade los huevos y se encomienda a La Anjana para que le salgan esponjosos. “Liturgias de vieja”, bromea. Yo nunca he visto a La Anjana, pero dice abuela que es hermosa como madre, y que viste túnica blanca y manto azul como la virgen.
Cuando los perfumes a puchero, mantequilla, harinas y huevos inundaron la casona madre entró en la cocina. Según abuela, desde niña tuvo fino el olfato. “¡Madre, madre!”, la llamo. Está tan desconsolada desde el incendio… “¡Madre, hicimos sobaos y puchero!, ¿los huele usted?” Luego, se sienta en el suelo, contemplando las ruinas de la chimenea y, abrazada a su puchero de panza, comienza a llorar. Yo me acurruco en su seno.
Abuela dice que necesita tiempo, que aún le ahoga la culpa y que, hasta que consiga vernos, seguiremos cocinando sus platos favoritos.
Quizá, algún día…
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Este relato ha obtenido el sexto puesto en un concurso celebrado por el Parlamento de Cantabria con motivo del XXXIII aniversario del su Estatuto de Autonomía. Se tratraba de homenajear a las mujeres y los hombres que trabajan en el sector agroalimentario cántabro. Aquí está el fallo del jurado, el relato ganador y los relatos seleccionados.
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19 enero 2015
El armario
Usted es el primero que la abre desde hace años. Perdí la cuenta de
las muescas que hice en el sapeli del revestimiento. Al principio, fue
divertido descubrir el mejor escondite del mundo. Después, cuando desistieron
de buscarme y me perdí, dejé de encontrarlo gracioso. Pero no soy un garrulo, no se vaya usted a creer, y
he prestado atención a todo lo que ocurría fuera, al
menos, hasta que mi familia se mudó. Sé que entramos en la OTAN, que abrieron la
verja de Gibraltar y que llegaron los restos mortales de Victoria Eugenia para
descansar en El Escorial. Por cierto, ¿siguen televisando El coche fantástico?
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11 enero 2015
Destejido
Un
enfermero en prácticas ha tirado de la sutura con las pinzas. Ha sido
desagradable. Doy un respingo. Al final del hilo, ha aparecido mi metatarsiano...
Casi pierdo el conocimiento. Después, el cirujano ha continuado tirando con
ambas manos al ver asomar, uno a uno, todos los huesos de mi esqueleto, como
esos pañuelos que salen de la boca de los magos. Luego, mis vísceras anudadas a
la hebra y ahora la piel.
Grito previendo un rápido desenlace.
Nunca
imaginé que moriría destejido como aquellos viejos jerséis de lana que mi madre
enrollaba amorosa en el respaldo de una silla.
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Este micro ha resultado finalista en Wonderland rne esta semana, junto a Mei Morán, Javier Palanca, Salvador Robles y Plácido Romero. Aquí se pueden leer todos los micros.
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05 enero 2015
¡Sorpresa!
Sin saber por qué, le di un puñetazo. Era mi cumpleaños. Había quedado para
celebrarlo con Marisa, un bombón rubio de medidas escandalosas. Íbamos a pasar
a los postres cuando mi cuñado me citó con urgencia en su despacho. Parecía
aterrado. La puerta estaba forzada. Ramón yacía sobre un charco de sangre.
Corrí a pedir auxilio. Cuatro policías me dieron el alto. Me esposaron, me
leyeron mis derechos… Me oriné encima. Me desmayé. Al despertar, el cabrón de
Ramón me abanicaba, mientras un grupo de descerebrados gritaba “¡sorpresa!”.
Lo que más me
dolió fue escuchar las roncas carcajadas de Marisa, despatarrada en el sofá y sin
su peluca.
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