Una abogada ha cruzado el Atlántico buscándome. Ha
aparecido en mi bufete, asegurando que soy la viuda de O’Connor, un
multimillonario norteamericano fallecido recientemente. Sostiene que hace
quince años, en primavera, contraje matrimonio con su cliente en el manido Las
Vegas. Un dossier fotográfico más la confesión póstuma de O’Connor me sitúan
allí. Según parece, tuve dos hijos, Winston y Abba. Imposible negarlo, los
críos son idénticos a mí y ambos nombres me encajan: uno, mi tabaco favorito;
otro, mi grupo fetiche. Ahora, con papá muerto, los huérfanos necesitan una
madre que vigile su formación y atienda sus necesidades. He enviado tres
transferencias para mover papeles, pero resulta imposible razonar con mis
compañeros. Aseguran que estoy siendo estafada. ¡Envidiosos! Afrontaré mi nuevo
destino, aunque lo más cerca que recuerdo haber estado de América fue cuando
besé a un tipo disfrazado de Elvis mientras cantaba ‘Love mi tender’ en un
karaoke.
#ganador abril microrrelatos de abogados