Esta entrada viene a colación de la anterior en la que se dieron y recibieron premios…
Marta, una buena amiga, me hizo conocer esta historia a través de un power-point de esos que circulan y que, muchas veces, borramos sin leer... Modestamente considero que ésta, merece ser compartida.
El curso acababa de terminar y la maestra quiso honrar a cada uno de los muchachos que iban a graduarse, hablándoles de la huella que cada uno le había dejado. Huella en ella y huella en la clase. Luego les presentó con una cinta azul en la que se leía en letras doradas: “Quién soy, deja huella”.
Terminada la ceremonia, la profesora les dio a cada uno de ellos tres cintas más, con la misión de que las fueran entregando a tres personas y, así, hacer un estudio del proyecto, en su comunidad.
Uno de los alumnos fue al despacho de un ejecutivo de una industria próxima y le premió con una cinta por haberle ayudado en la planificación de su carrera. Le colocó la cinta en la chaqueta, junto a su corazón y, a continuación, le dio dos cintas más, para que éste premiara a otras dos personas que hubieran sido importantes para él.
Ese mismo día el joven ejecutivo fue a ver a su jefe. Un hombre con reputación de amargado, antipático y huraño. Le dijo que le admiraba por poseer el genio creativo más grande que jamás conoció. El jefe, que no se relacionaba con ninguno de sus empleados más que profesionalmente, quedó muy sorprendido por el gesto. Jamás se hubiera esperado algo así de un joven del que, apenas, se había percatado. La cinta azul fue colocada en su pecho y el empleado le preguntó a su jefe si querría entregar la tercera cinta a alguien especial…
El hombre aceptó.
Al llegar a su casa, se sentó con su hijo de 14 años y le dijo:
“Hoy me pasó algo increíble. Estaba en mi oficina y vino uno de mis empleados. Me dijo que me admiraba por ser un genio creativo, ¿te lo puedes creer?, y me puso esta cinta azul.
Me dio otra cinta para que encontrara a alguien a quien premiar… Venía de camino a casa pensando en tan maña tarea y pensando y pensando... te quiero premiar a ti…
Mis días son muy difíciles en el trabajo, tengo mucha tensión, te grito por traer malas notas o por tener desordenada tu habitación y, en ocasiones, no te presto la atención necesaria… Esta noche solo quería sentarme contigo para hacerte saber que tú me importas. Eres un gran muchacho, y junto con tu madre, la persona más importante de mi vida y te quiero”.
El joven sorprendido comenzó a sollozar. Su cuerpo entero comenzó a temblar... Un nudo se le formó en la garganta. Casi sin poder hablar miró a su padre y le dijo:
“Papá hace un rato subí a mi habitación y os escribí una carta a ti y a mamá. En ella os explicaba por qué me había quitado la vida y os pedía perdón por haberos causado ese dolor.
Iba a desaparecer porque pensaba que yo no os importaba… La carta está arriba pero, creo, que no la voy a necesitar ya…”.
El jefe volvió al trabajo con la lección de vida bien aprendida y desde ese día hizo saber a todos los que le rodeaban, lo importantes que eran para él y la importante huella que, cada uno, le habían dejado…
Por eso, hoy, os entrego a cada uno de los que estáis ahí tres cintas azules…
Y un tema sobre el que pensar...