15 noviembre 2010

El "llamador de ángeles" (parte II)

Tomé la carta con ansia y rabia del buzón.  Me la llevé primero al pecho y luego a la cara, acariciádome. Así era capaz de sentir tu proximidad.  Ese había sido mi protocolo, con todas las que fui recibiendo, durante tantos meses. Esta vez, aún antes de abrirla, no sé si fue el sobre, el sello o no sé muy bien decir qué, presentí que algo no iba bien. Empezaste contándome una leyenda sobre ángeles (siempre me contabas cosas desconocidas para mí). Ésta me sonó especialmente bella y tras unas palabras afectuosas, que yo sentí como el mismo hielo, me decías adios. 

Habías aceptado un trabajo en el extranjero y dejarías Madrid por un largo tiempo... Me intentabas animar por la ruptura, desde ese trozo de papel, con disculpas tan manidas como que yo había sido la persona más importante de tu vida y tu razón de vivir en los últimos tiempos, que era maravillosa... Y bla bla bla... para finalizar firmando: "Intenta por todos los medios ser feliz. Tuyo para siempre. Armando". Esa fue tu despedida. 

No imaginas lo que fui capaz de llorar. Lo hacía a gritos, en la soledad de mi cuarto y, aprendí a hacerlo, en silencio. Es duro llorar en silencio porque las lágrimas y el llanto se quedan ahogados y te presionan el pecho como una losa. Y así, durante varios días con sus respectivas noches...

Primero me culpé a mí misma, pero ¿de qué?. Si es que no era capaz de entender qué era lo que había hecho mal. Luego te culpé a ti con palabras muy duras que jamás vocalicé y por último cogí papel y pluma (algo bello que aprehendí de ti) y te volví a escribir.

Mi siguiente carta y las que le siguieron no obtuvieron respuesta pero, tampoco me fueron devueltas, por lo que supuse que tú las seguías recogiendo de tu casillero...

Por eso te hice ese paquete enorme forrado de colores vistosos. Lo tenía muy fácil, una vez localizada la oficina donde se ubicaba tu apartado... era cuestión de tiempo que fueras a recogerlo. Me había convertido en una auténtica CSI.

Y allí estaba yo (por tercer día consecutivo) en la puerta de Correos: "taconazos", pelo alisado en la peluquería; sombra oscura para remarcar mis ojos; un par de pasadas de un buen rimmel en las pestañas; lip gloss y un colorete nuevo. ¡Menudo pivón!, me decía a mí misma, ¡"Peazo" tía!... Palabras que me repetía en silencio cientos de veces, en tanto esperaba. Estaba muy segura de que la espera merecería la pena.

¿Por qué "adios" de esa manera?. No lo entendía. Te había permitido escudriñar en mi interior y yo lo había hecho igualmente en ti, con tu aceptación... Y ahora ¿qué?, ¿otro desengaño amoroso para mi lista?. Pero ¿por qué?. .. ¡Uf!.. ¡Respira hondo, Alba! . ¡Ánimo chica y cambia el pensamiento por otro más positivo!...

En esos diálogos internos estaba cuando ví el paquete que preparé para tí en los brazos de otra mujer.
¡Se me  partió el corazón! y las lágrimas saltaron de mis ojos, una tras otra,  embadurnándome el rimmel con la sombra y el colorete... ¡Pobre chica tonta! ¡pobre niñata! -con esas frases me castigué por estúpida- ¿Era otra mujer la razón por la que me dijiste adios?.
 
No sé por qué pero le seguí. Fui tras ella sin una intención previa. No pretendía daros el gustazo de verme "montar un pollo". Lo único que quería era verte por primera y última vez; saber dónde te escondías. ¡Maldito cobarde!.

Llevaba un bonito abrigo color camel. Cruzó la calle mirando a ambos lados. Pude verle la cara. Era muy hermosa. Avanzó hasta una glorieta y giró a la derecha para pararse a hablar con una mujer vestida de enfermera. Prosiguió unos metros más y entró en un hospital. Soltó en paquete en recepción, se quitó el abrigo bajo el cual llevaba una falda de peto blanco con camisa azul cielo y se puso una cofia blanca de enfermera.

Ya lo imaginé ¡estaba tan claro!... Eras médico en ese hospital y ella sería uno de tus ligues. Era tan fácil habérmelo dicho. Tal vez hubiera pasado unos días en shock pero lo habría entendido... Pero, ¡qué ruín! inventar una huída por motivos de trabajo en el extranjero.

Continué siguiendo a la hermosa enfermera a través de un pasillo muy ancho. Aún llevaba el paquete negro con estrellas de colores en sus manos. La verdad es que el envoltorio era cualquier cosa, menos discreto. Pero aquéllo tenía su sentido. De niña, siempre soñaba con un cielo muy negro, muy negro, repleto de estrellas de muchos colores (¡cuántas veces te lo referí en mis cartas!). Imaginaba que según su color encerraban princesas, hadas, elfos, duendes, angelitos... o brujas malvadas. El color que elegía para cada estrella, guardaba una historia diferente. Así la estrella rosa era la de una joven princesa prometida con el príncipe de sus sueños; la verde era  la de una princesa jardinera que no se quería casar; la azul era el castillo de un hada, etc, etc, etc...

La joven enfermera cogió el ascensor. Yo, también. Aunque entré tras ella me hice hueco para colocarme al fondo; no quería sentir sus ojos clavados en mi "cogote". Salió del ascensor y, de nuevo, otro pasillo que caminó -yo detrás- para pararse frente a la puerta de la habitación 11. Tomó aire, abrió la puerta y entró.

Allí estaría, bien seguro, mi amado Armando esperándole. Tal vez, juntos, se reirían de la tonta que había hecho semejante envío. No recuerdo ahora la cantidad de pensamientos que volaban por mi cabeza en esos momentos. No sabía hacia donde tirar... Entrar allí, y reírnos los tres, o montar un escándalo o marcharme por dónde acababa de venir.   
                  
                                                   (Continuará)

5 comentarios :

  1. Uf, me está encantando!! Ya no estoy ansiosa, sino lo siguiente. Enganchas, Towanda. Un saludo.

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  2. Que bueno se pone esto! me dejas con la intriga y quiero saber como sigue. Está estupendamente escrito. Me gusta internarme en los pensamientos de esta chica.

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  3. ¡Ay Armando,Armando! ¿Qué pasará?
    ¡Continúala pronto!

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  4. Sandra, gracias. Me "ponen las pilas" tus comentarios. Un beso por ser tan amable.

    Guille, gracias también a tí. Ay! los pensamientos de una mujer... ¿quién sabe hacia dónde se dirigen?.

    Anónimo, ¡díme tu nombre!.

    Muchísimas gracias a los tres.

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  5. Craso error el mio al pensar que la historia terminaba aquí. Leí la primera parte ya de madrugada y esperé para comentarte en la segunda pero la emoción continua porque nos dejas con esa incertidumbre de lo que parece ser pueda que no sea o sea lo que no parece o ufff es que nos tienes intrigados!

    Puede que ella fuera victima de una cobardía, puede que él sufra algo que no quería compartir, puede que la enfermera sea su hermana, que en Correos se hayan equivocado, puede que... a ver que nos depara la tercera parte :)

    Enhorabuena Towanda

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