16 mayo 2012

En un profundo sueño



José Antonio espera paciente que Emma concluya su función de las siete. Es una gran actriz y el público, que llena cada tarde la sala, acude -al finalizar la representación- a su camerino para halagarle con flores y felicitaciones. Tres meses lleva la obra en cartel y con visos de prorrogar. 

Los mismos tres meses que Emma y José Antonio se encontraron, por primera vez, cuando ambos transitaban por un laberinto.
José Antonio es piloto de motos y, aunque al principio ella se mostró muy reticente a subirse sobre dos ruedas, ha sabido transmitirle su gran pasión y así, cuando les es posible, cogen su Yamaha y salen a viajar juntos.
(Estupendo, ya sale… Sonríen, se abrazan.)

Les gusta caminar muy juntos. Él le pasa el brazo por el hombro y ella le coge bien fuerte por la cintura.
Acuden cada noche a una cafetería pequeñita, íntima, donde son atendidos por un camarero joven, Fabián.
Fabián no está atravesando por su mejor momento; su madre lleva varios meses ingresada en un hospital. Aún así, el muchacho sabe sacar de dentro su cara más amable y brindarles la mejor de sus sonrisas.
Emma no sabe muy bien por qué este joven le produce una especial ternura .
Tras cenar y charlar animadamente se suben en la moto y vuelan por la ciudad, dejando que el viento les sople en la cara… Viven sus sueños y son felices.
Cuando llega la hora, José Antonio, acompaña a Emma a su casa... Se besan y se despiden hasta el día siguiente. Sonríen.


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En un hospital cualquiera un hombre joven, con un libro bajo el brazo, acude a pasar la noche junto a su madre. Acaba de terminar su jornada laboral y no tiene mejor sitio donde estar que a su lado, leyéndole obras de teatro hasta que el sueño acaba derrotándole.
            -Buenas noches, Fabián.
            -Buenas noches, ¿alguna novedad?
            -Ninguna, todo igual… ¿Qué lectura traes hoy?... Doña Rosita la soltera... Le encantará.
Fabián entra en la habitación y besa a Francisca en la frente. La mujer cambia el ritmo de su respiración como si advirtiera su presencia y le devuelve, a modo de respuesta al beso, una leve mueca con los labios. A él le gusta pensar que sonríe... ¿Dónde estás, mamá...?¿Sonríes...?
Francisca lleva tres meses perdida en algún recóndito lugar al que los médicos no saben o no son capaces de llegar. Sufrió un atropello.
Siempre le hubiera gustado ser actriz; era su gran sueño pero, en su época y con la mentalidad de sus padres, estaba mal visto que una mujer se dedicara a la farándula. Lo más cerca que consiguió estar de un escenario fue en su taquilla del teatro. Allí comenzó a soñar que era Emma, una actriz consagrada… Emma, un hermoso nombre que alguna vez leyó en algún pasquín y adoptó para sí misma... Además, como solía decirle a su hijo, "¿qué clase de nombre crees que es Francisca para una afamada actriz?"
En la habitación contigua, una anciana mujer se dirige al control de enfermeras para pedir que le cambien la botella de suero a su hijo José Antonio, ya que se le acaba de terminar.  Ha pedido permiso al personal de la planta para decorar la estancia con posters de motos... Motos en las paredes y en el armario y hasta en un portarretratos que descansa en una mesita; cualquier sitio es bueno para el día en que su hijo pueda abrir los ojos y despertar.

Ya se han cumplido tres meses de su ingreso y los médicos que le atienden no pueden transmitir a la madre ninguna esperanza. Coma irreversible, le dicen sobrios... Sueño profundo, cuchichea ella.
Se le nota muy cansada y no para de repetir "malditas motos, Jóse, malditas motos..."
Habla con la enfermera, mientras ésta le coloca un nuevo suero, y entretanto no para de comentar con ilusión que parece que su hijo está mejorando... que durante toda la tarde le ha estado apretado la mano con fuerza y que ahora, le acaba de sonreír...

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