24 agosto 2018

La caja de las palabras



‘La caja de las palabras’ ha resultado finalista en el I Concurso de Relatos del Mar Menor. Cultura ha editado un libro con los siete finalistas y el ganador será elegido por votación pública en la página 'www.concursorelatosmarmenor.es'

El proceso de registrarse en la web, esperar el e-mail de confirmación y gestionar la nueva contraseña de acceso no es sencillo, pero si -cuando lo leas- crees que merece la pena impulsarlo… sería la bomba.

http://concursorelatosmarmenor.es/relatos/la-caja-de-las-palabras/




(fragmento) 

«La barba me había crecido mucho durante las últimas semanas. Lucía descuidada. Decidí que era un buen momento para rasurarla y mejorar mi desaliño…

…Escondida, bajo las mantas encontré una caja. Parecía una caja de zapatos decorada. En la tapa, conchas, caracolas, pequeñas piedras pegadas, arena. Era una de esas cajas que solías preparar para guardar los regalos más importantes. En letras de colores aparecía escrito: «La caja de las palabras». Me la llevé a la cama con curiosidad y me dispuse a abrirla. Estaba repleta de papeles con palabras extrañas, probablemente inventadas: fartel, eleen, amalassil, omen, maldor, anger, elda, tuliel, kíruva… Siempre te gustó inventar…»

La memoria del espejo



PALABRAS: anillo, idioma, albarán, abogar, censurar



Irrumpió en el bufete extremadamente alterada, exigiendo alguien que pudiera abogar por sus derechos. Esta vez quería divorciarse. Escuché. Sin censurar una sola palabra, aguantándome las lágrimas cuando pareció no reconocerme. Dijo que llevaba más de treinta años casada, no recordaba cuántos; que tenía tres hijas, o cuatro; que creía que su marido le amaba, pero, limpiando un archivador había descubierto una fotografía de mujer, oculta entre albaranes y facturas. Arrojó su anillo de bodas al suelo y comenzó a llorar… La cabeza volvía a martillearle, ahora, con el macabro idioma de los celos. Necesitaba respirar. Cogí mi gabardina y salimos a tomar un refresco. Al quiosco de siempre. El que está frente a nuestra casa. Donde se le declaró papá. Nos sentamos muy juntas y, cuando se sosegó, saqué un espejo de mi bolso y le obligué a mirarse. Frente a ella, reconoció aliviada a esa mujer: la otra.





Para Microrrelatos de Abogados
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