18 febrero 2013

Mi Justi, o lo absurdo de llevar gabardina en junio





 A los hombres nos gusta alardear de nuestras conquistas; va en nuestra condición de machos. Mi nombre es Marcial y estoy felizmente casado con Justi. Tengo dos amigos, Julián y Paco, que son dos auténticos cabronazos... Pues no me han metido el gusanillo en el cuerpo de que le ponga los cuernos a la Justi, mi Justi, con lo que yo adoro a esa mujer. Mi primera novia; mi esposa fiel y la única protagonista femenina de todas mis fantasías. ¿Cómo voy a ser capaz de engañar a esta santa?
  
Tanto me han hablado de lo bueno que es tener una aventura para reforzar el matrimonio, que he terminado por claudicar. Llevo varios días buscando en la sección de contactos de cada periódico que va cayendo en mis manos, pero ningún anuncio me convence: “Altas, esbeltas, estudiantes, divorciadas, orientales, cuarentonas, domicilio propio…”. Quiero algo que no me complique la vida; un aquí te pillo, aquí te mato, y tan sólo para fortalecer el vínculo conyugal…



Esta mañana, por fin, un mensaje ha captado mi atención:

<<Vanesa. Casada e imaginativa. Sólo lo haré contigo una vez y después “si te he visto no me acuerdo” Apdo. de Correos 22122 de Madrid>>


Vanesa es, sin lugar a dudas, la candidata perfecta. Le he contestado con pluma y en papel y sobre verjurado porque, en el fondo, soy un sentimental:


<<Roberto. Soltero e independiente. Bien dotado. Acostumbro a ser líder en cualquier grupo. Prefiero que me respondas por e-mail; es más rápido  robertoveintidos@gmail.es  Que conste que veintidós no son mis años, jeje>>


Nos hemos mandado un par de e-mails y ya tenemos concertado el día y la hora para nuestra cita sexual. Estoy deseando quedar con Vanesa pero, más aún, con Julián y Paco. Hablar con los amigos es algo estupendo que tenemos los hombres. Se han quedado de una pieza cuando se lo he dicho y me he sentido, por primera vez, el puto amo.


–¿Cuándo será el gran día? –pregunta Julián.

–El viernes; Gran Vía esquina con Fuencarral –respondo orgulloso como un pavo real.

–Y ¿la Justi? ¿Qué milonga le vas a contar a la Justi? –continúa Paco.

–¡Bah! De compras con las amigas; no hay problema. ¡Pobre! –digo con una sonrisa picarona.



Vanesa lo ha previsto todo; se nota que es experta en estas lides y se reserva siempre los viernes -según me ha dicho- para sus escarceos. Dice que lleve gabardina y una rosa en la solapa. Lo de la rosa me parece muy poético, incluso romántico, pero lo de la gabardina y en el mes de junio va a resultar un tanto extraño y, como salga un día de calor, me puedo hasta derretir. Yo, por mi parte y como buen caballero que soy, me he encargado de reservar habitación en un hostal de la zona. Ella llevará el pelo recogido, traje de cuero y gafas de pasta rojas. En la solapa, un broche con unos labios encarnados a juego con las gafas. Sí que es original esta Vanesa… ¡Cómo controla cada detalle!


Llego pronto a la cita y, como un galán de cine con mi gabardina a lo Bogart, me enciendo un cigarrillo mientras me miro y remiro en los cristales de un pequeño comercio. A lo lejos veo abrirse paso entre la multitud a una diosa enfundada en un apretadísimo traje de cuero negro, con algo rojo en la solapa. Se acerca exuberante, marcando el paso a ritmo de mambo. Comienzo a recorrer su magnífico cuerpo con mis lascivos ojos. Después serán otras partes de mi anatomía las que lo hagan. Menudas piernas. Poderosas caderas y voluminosos pechos aprisionados entre los botones de la chaqueta… ¡Tranquilos muchachos que, en breve, os liberaré de tamaña opresión!


Trago saliva y no doy crédito a lo que tengo delante… Frente a mí, a menos de un metro de mi cara, y embutida en cuero, se acaba de materializar la Justi, mi Justi...

Hace calor… mucho, mucho calor y presiento que me voy a desmayar... ¡Pu** gabardina!




 




02 febrero 2013

De truhanes, rufianes, zalameros y feriantes





Coincidiendo con la fiesta de la patrona de Benavides los feriantes iban llegando a la plaza, donde colocaban sus tenderetes, respetando siempre el recinto que el ayuntamiento les acordonaba para ello. La echadora de cartas; el señor del algodón dulce; los payasos; el hombre más alto del mundo y su esposa, la mujer barbuda más pequeña de la tierra… Todos formaban una armoniosa comunidad que, durante la semana de festejos, convertían la plaza en el lugar más fascinante de todo el pueblo. Todos excepto Narciso, que nunca paraba quieto y prefería ir por libre pregonando, de puerta en puerta, las bondades de sus pócimas mágicas. Este año estaba causando furor la de la "eterna juventud": un elixir prodigioso para no envejecer.



–“Si siempre joven quieres estar… la pócima de Narciso debes tomar…” –cantaba con su carilla de truhan.

Este muchacho tenía encanto para engatusar lo mismo a cincuentones que a novicias; a ancianas que a zagales. Y así, todos cuantos se acercaban, no podían resistirse a las bondades narradas por el muchacho acerca de su jarabe antienvejecimiento. Además, en esta ocasión,  había cuidado mucho su envasado eligiendo para ello, unas magníficas botellitas de cristal labrado que taponaba con corchos teñidos de diversos colores.

La mala fortuna quiso que un forastero, que se encontraba visitando a un pariente, reconociera en Narciso al estafador que, tiempo atrás, le vendiera un carro entero de una loción crecepelo. El indignado calvo corrió al cuartelillo de la Guardia Civil y denunció al vendedor de milagros por estafador. Acto seguido los agentes de la benemérita detuvieron a Narciso que ni se inmutó. Aceptó con una sonrisa el arresto; sin protestas. 

Tampoco era la primera vez que le detenían; en estos menesteres ya tenía cierta costumbre. Tumbado en el camastro de su recién estrenada celda recordó aquel agosto de 1989 en la prisión de Ocaña; marzo del cuarenta y cinco en Nanclares de Oca; febrero de 1933 en la Modelo de Barcelona; julio de 1900 en la cárcel de Dueñas; diciembre de mil ochocientos setenta y…


 




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